Capítulo 1
- Llevamos tres años sin problemas…
- Sí… ya apenas me acuerdo de aquellos días en los que teníamos que luchar…
El joven de pelo morado mentía mientras caminaba por una tranquila calle residencial de Odaiba. Su compañero de paseo comenzó a hablar sobre fútbol, una pasión común de los dos. Seguía charlando acerca del fichaje del mejor jugador del país por un equipo escocés, sin percatarse de que su amigo no le escuchaba.
- Ken… ¿te pasa algo?
- No, tranquilo, Davis. Sólo… sólo estaba reflexionando sobre… en fin, ya lo sabes.
Davis hizo un gesto de desaprobación. Habían hablado muchas veces de ello, pero el pobre Ken jamás había terminado de superar aquella etapa de su vida, pese a que a cada momento que pasaba, intentaba olvidar todo mal que pudiese haber infligido.
- ¡Te he dicho que no pienses en ello! – decía algo enojado Davis – ¡Hace más de tres años que hiciste lo correcto!
Ken siguió andando sin responder. Sabía que su colega pelirrojo tenía razón… pero aún así, llevaba un tiempo sin poder ni siquiera tener un minuto a solas con su mente sin que volviesen aquellas horribles imágenes a su imaginación. Aun sabiendo que no eran más que ilusiones de un tiempo pasado, las vivía como si fuesen reales. Como si todavía fuese aquel horrible espejismo de lo que realmente era, un joven amable, tolerante y simpático.
- Venga, ¿quieres que llamemos a los demás y vamos a cenar a una pizzería o algo? – preguntó alegremente Davis, en un intento de subir el ánimo de su camarada.
- Bueno… no sé… - Ken no estaba seguro, pero al final se decidió – vale, ¿a qué hora quedamos?
- ¿Te viene bien a las ocho en el parque?
- ¡Claro! A las ocho estaremos todos en el parque.
La actitud decidida de su querido amigo le hizo replantearse la cuestión que abordaba su alma en esos momentos. ¿Realmente merecía la pena darle vueltas a un tema pasado, que debería haber superado hace tiempo? Tenía una familia que lo quería, los mejores amigos que una persona podría querer, una vida sin problemas… pero aún así, su turbulento pasado no le dejaba dormir tranquilo por las noches.
Se despidió de su amigo, quien le dio un abrazo antes de entrar en su edificio. No era extraño que Davis le abrazase a su mejor amigo para intentar subirle un poco el ánimo cuando tenía problemas personales, cosa que, desgraciadamente, solía pasarle a menudo.
Ken se dirigió a su casa, que estaba a una distancia considerable de donde se encontraba. Pero iba solo. No tenía miedo de que le pasase algo malo, ni mucho menos. Confiaba en las gentes de Tokio, y no tenía miedo de encontrarse con algún malhechor. No. Nada de eso. Tenía miedo… de lo normal. Tenía miedo de poder toparse con su otra personalidad.
Obviamente, jamás la iba a volver a ver en su forma física. Pero en su interior, lo angustiaba. El mero hecho de recordar las acciones realizadas en su nombre unos tres años atrás lo aterrorizaba. “Eso pasó… eso pasó, eso pasó, ¡eso pasó!”, pensaba hacia sus adentros para poder superar esas pequeñas crisis espirituales cuando estaba solo.
Sin darse cuenta, estaba ya en las puertas de su casa. Había subido las cuatro plantas que separaban el bajo de su apartamento. Miró el letrero que rezaba “303, familia Ichijouji”. Pensar en su familia le reconfortó un mínimo. Sabía que, ante cualquier adversidad, sus allegados estarían allí para ayudarle. Jamás volvería a estar solo. Entró en su casa y saludó a sus padres.
- A las ocho he quedado con mis amigos para ir a cenar a la pizzería, - dijo.
- ¿A cuál, hijo? – respondió su madre amablemente.
- A la del parque, mamá, - repuso sin mucho ánimo, antes de finalizar – me voy a duchar.
Entró directamente a la ducha. Mientras tanto, sus padres, sentados en el sofá marrón que reinaba el salón, hablaban algo preocupados sobre la seca respuesta de su hijo. Desde la pérdida de Osamu, el hijo mayor, hacía ya seis años, habían centrado todas sus energías en hacer de Ken un buen chico. Durante un largo tiempo lo hicieron de manera equivocada, pero ahora estaban seguros de haber dado con la tecla exacta. Regían al joven con amor y cariño, pero también con disciplina. Poseía una extraordinaria para los estudios y los deportes, de las que los dos eran excelentes conocedores y, en cierto modo, seguidores. Se sentían tan orgullosos de él… pero cuando lo notaban raro, se refugiaban en su eterno sofá para hablar sobre ello. Siempre en un tono bajo para que Ken no escuchase, esta vez no era una excepción.
- Cariño… ¿has visto? Creo que Ken hoy no está muy contento… - la señora Tomoko Ichijouji hizo una pequeña pausa – le pasa algo. Estoy segura.
- Seguro que está enamorado o algo por el estilo – sentenció, convencido, su marido – es lógico. Está en la edad, ¿no? Creo que con catorce años ya tiene que tener alguna novia escondida por ahí… y más habiendo salido igual de guapo que su padre. ¿O no, Tomoko?
- No tienes abuela… - repuso la madre – pero… en fin… creo… - las continuas pausas que realizaba denotaban un estado de preocupación – que lo que le pasa no es nada relacionado con las niñas.
- Estás insinuando que… ¿otra vez preocupado por eso? – inquirió, ligeramente harto, el señor Ichijouji - ¡Pero si ya pasó todo! ¡No tiene motivos!
- Baja la voz, puede que nos oiga – le recordó su esposa – quizás sea por eso… además, fue algo tremendamente traumático para él. No puedes enfadarte por ello… - parecía algo molesta - ¿qué harías tu en su caso?
Él no tenía respuesta posible para esa pregunta, así que se limitó a asentir y miró la tele mientras su querida mujer se levantaba y entraba en el pasillo de la casa.
- Ken, cariño, ¿puedo entrar? – dijo ella, esperando en la puerta entreabierta.
- Sí.
La madre no pudo menos que mirar a su hijo con orgullo. Ken vestía de manera elegante, con un pantalón vaquero y una camisa negra de manga corta. Realmente quería a aquel joven de pelo liso y morado. Recordó con cierta amargura el momento en el que entraron en su habitación a la fuerza tras varios días en los que ni siquiera dio señales de vida. No encontraron más que el ordenador encendido y un frío mensaje en él. “Ya no necesito este mundo. Adiós, escoria”.
Fue muy duro para los dos miembros del matrimonio ver como volvían a perder a un hijo. Primero Osamu… atropellado por un imprudente conductor a la edad de once años y luego Ken… desaparecido misteriosamente. Pasaron largos días yendo de comisaría en comisaría y de programa en programa. Todas las televisiones se hicieron eco de la desaparición del pequeño Ken Ichijouji, quien era conocido por muchos japoneses. Unos por ser un niño prodigio en los estudios y un carismático líder, otros por su excelente habilidad en el judo y el fútbol.
Un día, sin motivo aparente, apareció dormido en su cuarto. Nadie sabía cómo había entrado allí, pero a sus padres no les importaba. Ellos sólo disfrutaban con la visión de su hijo. De nuevo en casa. De nuevo reunidos. Pasaron semanas sin que Ken, quien había experimentado un enorme cambio de carácter, explicase los motivos de su desaparición. Un día, las circunstancias no le dejaron más remedio que explicarles todo acerca del misterio que le rodeaba.
- ¿Te pasa algo?
La mujer se había quedado mirándolo embobada, mientras rememoraba todos aquellos hechos. No había día que no diese gracias a dios por devolverle a su hijo. No había día que no rezase para que Ken jamás se volviese a ir.
- No, Ken. Sólo pensaba en la fortuna que tengo de tener un hijo tan guapo y amable como tú.
Las palabras de la madre de Ken siempre conseguían ablandarle aún más el corazón y arrancarle una humilde sonrisa, sin que esta vez fuese una excepción. Ella miró un reloj e indicó que llegaría tarde si no se daba prisa. No le faltaba razón.
- Ya vendrá… ya vendrá… ya vendrá… ya vendrá – repetía insistentemente Davis, tratando de apagar los ánimos de la cada vez más furiosa Yolei.
- ¿Seguro? ¡Nunca llega tarde! ¿Por qué tendrá que hacerlo hoy? – Yolei ni prestaba atención a Davis. Sólo miraba una y otra vez su reloj, esperando que se atrasase 20 minutos para poder tranquilizarse - ¡Son ya y cuarto! ¡Y Ken no está aquí!
- Tranquila, Yolei – la voz cálida y calmada de TK consiguió lo que no había podido Davis.
Kari y Cody se limitaron a sonreír, mientras veían a Ken a lo lejos, que llegaba a paso ligero, con gesto preocupado en la cara, ya que él mismo era consciente de que estaba tardando demasiado. Cuando bajaba las escaleras para llegar al lugar donde estaban los chicos, Davis salió corriendo a su encuentro.
- Menos mal que has llegado… - decía algo agobiado – ¡un minuto más y Yolei explota! Creo que le debes una explicación si no quieres que te mate.
Tras los saludos y las disculpas, de las que la quinceañera enfadada no quedó muy satisfecha, se dirigieron a la pequeña pizzería familiar que solían visitar una o dos veces al mes. Una vez dentro, el camarero y a la vez propietario del local saludó a los jóvenes habituales de su restaurante y les pidió que hiciesen su pedido cuando quisieran.
Tras un ameno y corto tiempo de espera, en el que hablaron del instituto que acababa de terminar, llegó su cena. Una deliciosa y enorme pizza de cuatro quesos esperaba a ser devorada en el centro de la mesa. Davis, una vez más, fue el más rápido y, como tal, obtuvo la porción más grande. Todos fueron cogiendo. Kari, TK, Cody, Yolei y Ken, a quien sólo le había quedado un pequeño trozo, aunque no se quejó. Cuando los demás se percataron del desigual reparto, miraron al plato de Davis en busca de explicaciones. No fallaron. ¿A quién iban a mirar sino al sujeto que más comía de todos? Había hasta cinco pedazos triangulares de pizza. Al ver que había sido pillado, el chico no tuvo más remedio que disculparse avergonzado y repartir de manera civilizada, hasta que cada uno tuvo dos porciones, suficiente para una buena cena.
Mientras degustaban aquella maravillosa y redonda delicia italiana, Davis, que se encontraba enfrente de Ken en la mesa rectangular, se percató de que su delgado colega apenas había entablado conversación. Tampoco había comido mucha pizza, por lo que Davis le miró con cara divertida y le bromeó:
- Oye, Ken, ¿para eso te he dado mi pizza? Come, anda, que estás en los huesos.
Pero no obtuvo respuesta. Ken pasó de parecer un poco triste a declararse totalmente decaído sin mediar palabra. Su mirada triste y perdida en el suelo lo decía todo. Davis le propinó una pequeña patada que hizo que el solitario de la noche lo mirase en busca de explicación.
- ¿Sigues preocupado por lo de antes?
- Sí… en fin… no puedo controlar este tipo de pensamientos por mucho que lo intente… ya sabes todo lo que significa esto para mí.
Davis le conocía muy bien. No en vano, era su mejor amigo.
- Cuando termines, avísame, - dijo Davis, en un inusitado tono serio. – Tengo que hablar contigo a solas. Pero ahora disfruta de la cena, por favor.
Ken asintió con una sonrisa de agradecimiento y pasó a enfrascarse en las alegras charlas de sus compañeros. Tanto, que olvidó avisar a su gran amigo para entablar la conversación que él le había pedido. Aunque Davis jamás tuvo intención de hablar con él. Simplemente era un astuto y corto plan para animarle durante la cena, que parecía haber funcionado.
Después de pagar la cuenta, se dirigieron de nuevo al parque, donde cambiaron de tema.
- Todos los enanos deben estar muy cansados, ¿no? – preguntó el activo Davis.
- Bueno… Gatomon aún tenía energías, pero no quiso venir… prefirió subir al techo a contemplar el cielo estrellado. Le encanta hacer eso. ¡Lástima que yo no pueda escalar paredes… tiene que verse tan bonito! – Kari siempre denotaba alegría cada vez que hablaba.
Todos los niños que esa noche conformaban el grupo tenían algo en común. Eran niños elegidos. Poca gente sabía de la existencia de este tipo de jóvenes. Elegidos para salvar el mundo digital… un mundo paralelo al que habitaban, lleno de criaturas llamadas Digimon.
Hoy el decir Digimon era totalmente normal y cotidiano para ellos, pero hace tres años no. Seis, en el caso de TK y Kari. Cada uno de ellos encarnaban cualidades que les ayudarían a luchar contra la fuerza del mal y la oscuridad que se cernía amenazante sobre aquel extraño mundo al que se teletransportaban a través de una simple pantalla de ordenador. Davis, el valor y la amistad. Yolei, la inocencia y el amor. Cody, el conocimiento y la sinceridad. Kari, la luz y TK, la esperanza. Ken, la amabilidad.
En su última aventura habían sido elegidos por los guardianes del mundo digital, quienes, impotentes ante la malvada fuerza invasora, decidieron volver a confiar en unos simples niños humanos para salvar todo un mundo. Los nuevos combatientes destinados a luchar por el bien eran Davis, con la ayuda de Veemon, Yolei y Hawkmon y Cody y Armadillomon, quienes se unieron a Kari y Gatomon y TK y Patamon, quienes ya habían participado en los combates que tuvieron lugar tres años atrás por una causa parecida.
Ken no figuraba en esa lista. ¿Por qué? Sencillamente… los niños elegidos debían luchar contra él. Él era el rival. El temible Digimon Emperador.
- Llevamos tres años sin problemas…
- Sí… ya apenas me acuerdo de aquellos días en los que teníamos que luchar…
El joven de pelo morado mentía mientras caminaba por una tranquila calle residencial de Odaiba. Su compañero de paseo comenzó a hablar sobre fútbol, una pasión común de los dos. Seguía charlando acerca del fichaje del mejor jugador del país por un equipo escocés, sin percatarse de que su amigo no le escuchaba.
- Ken… ¿te pasa algo?
- No, tranquilo, Davis. Sólo… sólo estaba reflexionando sobre… en fin, ya lo sabes.
Davis hizo un gesto de desaprobación. Habían hablado muchas veces de ello, pero el pobre Ken jamás había terminado de superar aquella etapa de su vida, pese a que a cada momento que pasaba, intentaba olvidar todo mal que pudiese haber infligido.
- ¡Te he dicho que no pienses en ello! – decía algo enojado Davis – ¡Hace más de tres años que hiciste lo correcto!
Ken siguió andando sin responder. Sabía que su colega pelirrojo tenía razón… pero aún así, llevaba un tiempo sin poder ni siquiera tener un minuto a solas con su mente sin que volviesen aquellas horribles imágenes a su imaginación. Aun sabiendo que no eran más que ilusiones de un tiempo pasado, las vivía como si fuesen reales. Como si todavía fuese aquel horrible espejismo de lo que realmente era, un joven amable, tolerante y simpático.
- Venga, ¿quieres que llamemos a los demás y vamos a cenar a una pizzería o algo? – preguntó alegremente Davis, en un intento de subir el ánimo de su camarada.
- Bueno… no sé… - Ken no estaba seguro, pero al final se decidió – vale, ¿a qué hora quedamos?
- ¿Te viene bien a las ocho en el parque?
- ¡Claro! A las ocho estaremos todos en el parque.
La actitud decidida de su querido amigo le hizo replantearse la cuestión que abordaba su alma en esos momentos. ¿Realmente merecía la pena darle vueltas a un tema pasado, que debería haber superado hace tiempo? Tenía una familia que lo quería, los mejores amigos que una persona podría querer, una vida sin problemas… pero aún así, su turbulento pasado no le dejaba dormir tranquilo por las noches.
Se despidió de su amigo, quien le dio un abrazo antes de entrar en su edificio. No era extraño que Davis le abrazase a su mejor amigo para intentar subirle un poco el ánimo cuando tenía problemas personales, cosa que, desgraciadamente, solía pasarle a menudo.
Ken se dirigió a su casa, que estaba a una distancia considerable de donde se encontraba. Pero iba solo. No tenía miedo de que le pasase algo malo, ni mucho menos. Confiaba en las gentes de Tokio, y no tenía miedo de encontrarse con algún malhechor. No. Nada de eso. Tenía miedo… de lo normal. Tenía miedo de poder toparse con su otra personalidad.
Obviamente, jamás la iba a volver a ver en su forma física. Pero en su interior, lo angustiaba. El mero hecho de recordar las acciones realizadas en su nombre unos tres años atrás lo aterrorizaba. “Eso pasó… eso pasó, eso pasó, ¡eso pasó!”, pensaba hacia sus adentros para poder superar esas pequeñas crisis espirituales cuando estaba solo.
Sin darse cuenta, estaba ya en las puertas de su casa. Había subido las cuatro plantas que separaban el bajo de su apartamento. Miró el letrero que rezaba “303, familia Ichijouji”. Pensar en su familia le reconfortó un mínimo. Sabía que, ante cualquier adversidad, sus allegados estarían allí para ayudarle. Jamás volvería a estar solo. Entró en su casa y saludó a sus padres.
- A las ocho he quedado con mis amigos para ir a cenar a la pizzería, - dijo.
- ¿A cuál, hijo? – respondió su madre amablemente.
- A la del parque, mamá, - repuso sin mucho ánimo, antes de finalizar – me voy a duchar.
Entró directamente a la ducha. Mientras tanto, sus padres, sentados en el sofá marrón que reinaba el salón, hablaban algo preocupados sobre la seca respuesta de su hijo. Desde la pérdida de Osamu, el hijo mayor, hacía ya seis años, habían centrado todas sus energías en hacer de Ken un buen chico. Durante un largo tiempo lo hicieron de manera equivocada, pero ahora estaban seguros de haber dado con la tecla exacta. Regían al joven con amor y cariño, pero también con disciplina. Poseía una extraordinaria para los estudios y los deportes, de las que los dos eran excelentes conocedores y, en cierto modo, seguidores. Se sentían tan orgullosos de él… pero cuando lo notaban raro, se refugiaban en su eterno sofá para hablar sobre ello. Siempre en un tono bajo para que Ken no escuchase, esta vez no era una excepción.
- Cariño… ¿has visto? Creo que Ken hoy no está muy contento… - la señora Tomoko Ichijouji hizo una pequeña pausa – le pasa algo. Estoy segura.
- Seguro que está enamorado o algo por el estilo – sentenció, convencido, su marido – es lógico. Está en la edad, ¿no? Creo que con catorce años ya tiene que tener alguna novia escondida por ahí… y más habiendo salido igual de guapo que su padre. ¿O no, Tomoko?
- No tienes abuela… - repuso la madre – pero… en fin… creo… - las continuas pausas que realizaba denotaban un estado de preocupación – que lo que le pasa no es nada relacionado con las niñas.
- Estás insinuando que… ¿otra vez preocupado por eso? – inquirió, ligeramente harto, el señor Ichijouji - ¡Pero si ya pasó todo! ¡No tiene motivos!
- Baja la voz, puede que nos oiga – le recordó su esposa – quizás sea por eso… además, fue algo tremendamente traumático para él. No puedes enfadarte por ello… - parecía algo molesta - ¿qué harías tu en su caso?
Él no tenía respuesta posible para esa pregunta, así que se limitó a asentir y miró la tele mientras su querida mujer se levantaba y entraba en el pasillo de la casa.
- Ken, cariño, ¿puedo entrar? – dijo ella, esperando en la puerta entreabierta.
- Sí.
La madre no pudo menos que mirar a su hijo con orgullo. Ken vestía de manera elegante, con un pantalón vaquero y una camisa negra de manga corta. Realmente quería a aquel joven de pelo liso y morado. Recordó con cierta amargura el momento en el que entraron en su habitación a la fuerza tras varios días en los que ni siquiera dio señales de vida. No encontraron más que el ordenador encendido y un frío mensaje en él. “Ya no necesito este mundo. Adiós, escoria”.
Fue muy duro para los dos miembros del matrimonio ver como volvían a perder a un hijo. Primero Osamu… atropellado por un imprudente conductor a la edad de once años y luego Ken… desaparecido misteriosamente. Pasaron largos días yendo de comisaría en comisaría y de programa en programa. Todas las televisiones se hicieron eco de la desaparición del pequeño Ken Ichijouji, quien era conocido por muchos japoneses. Unos por ser un niño prodigio en los estudios y un carismático líder, otros por su excelente habilidad en el judo y el fútbol.
Un día, sin motivo aparente, apareció dormido en su cuarto. Nadie sabía cómo había entrado allí, pero a sus padres no les importaba. Ellos sólo disfrutaban con la visión de su hijo. De nuevo en casa. De nuevo reunidos. Pasaron semanas sin que Ken, quien había experimentado un enorme cambio de carácter, explicase los motivos de su desaparición. Un día, las circunstancias no le dejaron más remedio que explicarles todo acerca del misterio que le rodeaba.
- ¿Te pasa algo?
La mujer se había quedado mirándolo embobada, mientras rememoraba todos aquellos hechos. No había día que no diese gracias a dios por devolverle a su hijo. No había día que no rezase para que Ken jamás se volviese a ir.
- No, Ken. Sólo pensaba en la fortuna que tengo de tener un hijo tan guapo y amable como tú.
Las palabras de la madre de Ken siempre conseguían ablandarle aún más el corazón y arrancarle una humilde sonrisa, sin que esta vez fuese una excepción. Ella miró un reloj e indicó que llegaría tarde si no se daba prisa. No le faltaba razón.
- Ya vendrá… ya vendrá… ya vendrá… ya vendrá – repetía insistentemente Davis, tratando de apagar los ánimos de la cada vez más furiosa Yolei.
- ¿Seguro? ¡Nunca llega tarde! ¿Por qué tendrá que hacerlo hoy? – Yolei ni prestaba atención a Davis. Sólo miraba una y otra vez su reloj, esperando que se atrasase 20 minutos para poder tranquilizarse - ¡Son ya y cuarto! ¡Y Ken no está aquí!
- Tranquila, Yolei – la voz cálida y calmada de TK consiguió lo que no había podido Davis.
Kari y Cody se limitaron a sonreír, mientras veían a Ken a lo lejos, que llegaba a paso ligero, con gesto preocupado en la cara, ya que él mismo era consciente de que estaba tardando demasiado. Cuando bajaba las escaleras para llegar al lugar donde estaban los chicos, Davis salió corriendo a su encuentro.
- Menos mal que has llegado… - decía algo agobiado – ¡un minuto más y Yolei explota! Creo que le debes una explicación si no quieres que te mate.
Tras los saludos y las disculpas, de las que la quinceañera enfadada no quedó muy satisfecha, se dirigieron a la pequeña pizzería familiar que solían visitar una o dos veces al mes. Una vez dentro, el camarero y a la vez propietario del local saludó a los jóvenes habituales de su restaurante y les pidió que hiciesen su pedido cuando quisieran.
Tras un ameno y corto tiempo de espera, en el que hablaron del instituto que acababa de terminar, llegó su cena. Una deliciosa y enorme pizza de cuatro quesos esperaba a ser devorada en el centro de la mesa. Davis, una vez más, fue el más rápido y, como tal, obtuvo la porción más grande. Todos fueron cogiendo. Kari, TK, Cody, Yolei y Ken, a quien sólo le había quedado un pequeño trozo, aunque no se quejó. Cuando los demás se percataron del desigual reparto, miraron al plato de Davis en busca de explicaciones. No fallaron. ¿A quién iban a mirar sino al sujeto que más comía de todos? Había hasta cinco pedazos triangulares de pizza. Al ver que había sido pillado, el chico no tuvo más remedio que disculparse avergonzado y repartir de manera civilizada, hasta que cada uno tuvo dos porciones, suficiente para una buena cena.
Mientras degustaban aquella maravillosa y redonda delicia italiana, Davis, que se encontraba enfrente de Ken en la mesa rectangular, se percató de que su delgado colega apenas había entablado conversación. Tampoco había comido mucha pizza, por lo que Davis le miró con cara divertida y le bromeó:
- Oye, Ken, ¿para eso te he dado mi pizza? Come, anda, que estás en los huesos.
Pero no obtuvo respuesta. Ken pasó de parecer un poco triste a declararse totalmente decaído sin mediar palabra. Su mirada triste y perdida en el suelo lo decía todo. Davis le propinó una pequeña patada que hizo que el solitario de la noche lo mirase en busca de explicación.
- ¿Sigues preocupado por lo de antes?
- Sí… en fin… no puedo controlar este tipo de pensamientos por mucho que lo intente… ya sabes todo lo que significa esto para mí.
Davis le conocía muy bien. No en vano, era su mejor amigo.
- Cuando termines, avísame, - dijo Davis, en un inusitado tono serio. – Tengo que hablar contigo a solas. Pero ahora disfruta de la cena, por favor.
Ken asintió con una sonrisa de agradecimiento y pasó a enfrascarse en las alegras charlas de sus compañeros. Tanto, que olvidó avisar a su gran amigo para entablar la conversación que él le había pedido. Aunque Davis jamás tuvo intención de hablar con él. Simplemente era un astuto y corto plan para animarle durante la cena, que parecía haber funcionado.
Después de pagar la cuenta, se dirigieron de nuevo al parque, donde cambiaron de tema.
- Todos los enanos deben estar muy cansados, ¿no? – preguntó el activo Davis.
- Bueno… Gatomon aún tenía energías, pero no quiso venir… prefirió subir al techo a contemplar el cielo estrellado. Le encanta hacer eso. ¡Lástima que yo no pueda escalar paredes… tiene que verse tan bonito! – Kari siempre denotaba alegría cada vez que hablaba.
Todos los niños que esa noche conformaban el grupo tenían algo en común. Eran niños elegidos. Poca gente sabía de la existencia de este tipo de jóvenes. Elegidos para salvar el mundo digital… un mundo paralelo al que habitaban, lleno de criaturas llamadas Digimon.
Hoy el decir Digimon era totalmente normal y cotidiano para ellos, pero hace tres años no. Seis, en el caso de TK y Kari. Cada uno de ellos encarnaban cualidades que les ayudarían a luchar contra la fuerza del mal y la oscuridad que se cernía amenazante sobre aquel extraño mundo al que se teletransportaban a través de una simple pantalla de ordenador. Davis, el valor y la amistad. Yolei, la inocencia y el amor. Cody, el conocimiento y la sinceridad. Kari, la luz y TK, la esperanza. Ken, la amabilidad.
En su última aventura habían sido elegidos por los guardianes del mundo digital, quienes, impotentes ante la malvada fuerza invasora, decidieron volver a confiar en unos simples niños humanos para salvar todo un mundo. Los nuevos combatientes destinados a luchar por el bien eran Davis, con la ayuda de Veemon, Yolei y Hawkmon y Cody y Armadillomon, quienes se unieron a Kari y Gatomon y TK y Patamon, quienes ya habían participado en los combates que tuvieron lugar tres años atrás por una causa parecida.
Ken no figuraba en esa lista. ¿Por qué? Sencillamente… los niños elegidos debían luchar contra él. Él era el rival. El temible Digimon Emperador.
Lun Ene 23, 2012 3:38 pm por alejandro1234
» Denle la bienvenida a Zero si saben lo que les conviene (?)
Dom Ene 02, 2011 10:44 pm por Cami_92
» Eki, Ask Me A Favor xD!
Vie Oct 29, 2010 10:54 pm por Itachi
» dragon ball AF ,dudas,DBOW dudas
Vie Oct 29, 2010 10:48 pm por Itachi
» Chateo-Chit-Chat
Lun Oct 25, 2010 9:57 pm por Eguiamike
» Reclutamiento Atarashi Sekai no Fansub
Sáb Ago 28, 2010 6:27 pm por Eguiamike
» Itachi Sempai Regresa =D
Mar Ago 03, 2010 10:47 am por Eguiamike
» Listverse!
Dom Ago 01, 2010 9:16 pm por Cami_92
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Dom Ago 01, 2010 9:11 pm por Cami_92